Como aquella vez, cuando tuve un colibrí en mis manos... esos eternos segundos de felicidad.
Eso siento cada vez que alzo esos quince kilos de ternura... cuando los rodeo con mis brazos y siento que el mundo se detiene; siento que la Tierra deja de girar. Me siento feliz y olvido todo. Estoy enamorada, y me siento impotente ante la magnitud sonora del incesante tic-tac, tic- tac.
Debo dejar mis pañales y comprender que pronto dejarás los tuyos, para ser una niña.
Algún día prometo, te enseñaré mi máquina de hacer pájaros.
Una máquina un tanto especial, otro tanto espacial. Te la mostraré, te revelaré sus secretos. Con ella podrás soñar, y enseñarle a tus alas a levantarte... como hacen mis brazos. Podrás correr, y soñar a volar. Sólo con un poco del amor que traen tus genes.
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