Pasan las horas, los días, las semanas. Terciopelo perfumado... para el Espíritu Santo.
Piel desnuda sin caricias, labios secos sin amor.
Estar en cada detalle, desde el color de las uñas o de la ropa interior, para el Espíritu Santo.
Llegada la hora doce de cada día corro a mi cartera a tomar la maldita pastilla anticonceptiva mientras se cae un forro y pienso: para el Espíritu Santo...
Al Espíritu Santo no le interesa nada de eso, es demasiado santo para mí. Y es entonces cuando me pregunto dónde está Jesús ?!. Seguramente a él no le importe tampoco.
Me chupa un huevo!!!! Así estoy bien, sin el maldito espíritu santo, los demonios y las hostias; tomando las pastillas para que no me toque un pelo ni el Espíritu Santo.
mirá que loco JAJAJAJ
ResponderEliminarana (L)