No hacer caso a la estupidez de la informalidad, escuchar los sentimientos tan aterradores que nos hacen vibrar el vientre.
Utilizar los silencios para sentir el corazón acelerado, la transpiración en las manos y esas ganas de decir todo lo que no decimos, por miedo.
Aceptar que podemos ser queridos. Y darle lugar al amor en nosotros.
Dejar que la razón intervenga en la medida justa, para no desvalorizarnos.
Sentir la atracción del polo opuesto, y encontrar la conexión.
Que las sensaciones de placer y plenitud nos invadan, y jugar a más.
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